Con el tiempo vimos que el espacio no era suficiente, los cachorros también. Empezaron a saltar todos los obstaculos que poniamos, parecia un reto cada nueva barrera, mismo que siempre vencian. Al llegar a la casa, habia toda clase de desperfectos, zapatos por un lado, pedazos de revistas por otro, pedazos de tela (aún seguimos con la duda de donde era la tela), plástico, esferas, vaya, un muladar. Esto implicaba lavar los pisos todos los dias y recoger el tiradero, regresar a las fieras a su espacio y ponerles nuevos periodicos, todo esto a las 10 de la noche que llegabamos de trabajar.
Creiamos que con toda la actividad de tipo bandalica que habian tenido, dormirian toda la noche. No, no dormian, le ladraban a la mamá, entre ellos, a cualquier objeto que estuviera frente a ellos. Se escuchaba el crugir del periodico, los azotones contra la reja, como rascaban las paredes. Quiza me brinque el pequeño detalle que habia que exorcisarlos. Quisiera agradecer a mis vecinos por no grafitear mis portones y no gritarme de groserias.
A pesar de que tuvimos bajas en el inventario de calzado, y mi coleccion de revistas de Canofilia, disfrute mucho los desmanes de mis cachorros y su crecimiento.